Despertar, y volver a mirar.

Seis meses sin escribir es un tiempo. Ahora sé, en el camino no lo he tenido tan claro… ahora sé que simplemente es el tiempo que he necesitado. No han sido solo seis meses en los que he dejado de escribir.

Quienes me conocen más saben que han sido seis meses de un andar más para adentro, más gris, más apagado.

Tras una primavera intensa, muy intensa y llena de atrevimientos, mi energía se resintió.

Muchas cosas, crecimiento, saltos, y más saltos.

Había que parar.

Pensé que llegaría septiembre y con él amanecería, pero no. Entonces me preocupé. Ocuparse es más sano pero uno a veces se preocupa. Septiembre siempre me había sentado bien.

Seguía sin tener del todo claro que simplemente necesitaba más tiempo.

Hoy escribo aquí para entender mi parada y reivindicar mi vuelta. Una vuelta de las de asomarme con ciertas dudas a la ventana, de las de ir aún no con paso firme, de las de ir acompañado de ciertos miedos que siempre han estado ahí y que al andar tanto tiempo adentro han vuelto a aparecer. Otros, quizá nuevos…

Crecer impone. A veces me viene a la mente una frase de las trabajadas en los años de psicoterapia, que me marcó. No tenemos miedo al fracaso, tenemos miedo al éxito. Tenemos miedo a cumplir nuestros sueños. Y me temo que ha habido algo de ello en este parón.

Ahora, quizá es pronto para saberlo. La cuestión es que ando asomándome a esa ventana, anda entrando luz en esta habitación en la que he andado metido, y tengo ganas de salir de nuevo, y seguir caminando.

Hace ahora seis meses, en uno de esos momentos en los que comenzaba a necesitar parar, tuve un impulso. Soy de impulsos, así que pensado y hecho, salí de casa bolsa de cartón en mano y una palabra, «Mirémonos». Caminé hacia el mercado, y allí me senté.

En el cartón había escrito «Mirémonos» como podía haber escrito «Quiero parar, respirar, y mirar». Ponía mirémonos pues tengo la manía de quererme compartir con los demás. De no querer estar solo en este camino de crecimiento. Sé que no soy el único que se encierra, sé que no soy el único al que le cuesta parar, así que me dije: voy a atreverme, a ver si alguien quiere acompañarme.

El Alquimista habla de «la suerte del principiante». Yo creo en estas cosas, qué le vamos a hacer. Llegó Helena, un desconocido ser, con una flor en la mano. Y me llenó de luz. Minutos después llegó Amparo. Fue mágico.

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Esa tarde me fui a casa con una sensación. Esto no había hecho más que comenzar.

En estos meses practiqué la experiencia alguna vez más en el barrio. Un día lo planteé a más personas, y de una manera mágica, ocurrió. Comenzaron a aparecer personas que querían sumarse y por primera vez planteamos la experiencia en conjunto. Así, el 17 de mayo ocho personas en seis ciudades distintas nos sentábamos con ese mismo cartel, a vivir cada uno desde su particular momento personal, desde sus particulares inquietudes, miedos, motivaciones, esta experiencia. La conexión fue brutal.

Al día después decidí abrir una página, y dejar que esto que ya no era solo un proyecto personal, pudiese crecer. Durante estos meses en los que paré, me di cuenta de que el proyecto paraba también conmigo. Quizá dependía un poquito más de mi empujón, de mi compromiso con él, de lo que imaginaba.

Ahora, nunca dormí del todo. Nunca durmió del todo. En agosto, en Buenos Aires, «Mirémonos» volvió a suceder y de nuevo volvió a ser un día mágico, lleno de conexiones.

Llegó octubre. Yo andaba con esa sensación cuando uno despierta tras un sueño muy largo, y por un lado y por inercia quería «seguir en la cama», y por otro me decía, va. Ya no hay excusas, tengo que salir.

Así que me medio obligué a despertar. Andaba despierto pero tocaba levantarse. Tenía fechas ahí. A veces las fechas nos levantan. Había un evento marcado en el calendario: el próximo domingo 16 de octubre iba a rescatar la iniciativa «Mirémonos», para participar con ella en el marco del Benimaclet conFusion Festival.

Y digo iba no porque no vaya a suceder, sino porque ahora no es iba.

Ahora es vamos. Ha vuelto a suceder.

De nuevo y de una manera mágica, han comenzado a aparecer más y más personas, algunas desconocidas, otras, personas a las que he encontrado en mi camino y que quieren atreverse, desde ocho ciudades más: Alicante, Constanza (Alemania), Vitoria, Barcelona, Londres, París, Madrid y Córdoba (Argentina).

Hoy, tras dos días muy intensos y emocionantes con esta eclosión de personas y ciudades, conectando con todas ellas, viviendo estas emociones previas, de nuevo he sentido esa necesidad, era pequeña pero estaba, de parar.

Necesitaba parar antes de que llegue este domingo. Parar ante esta experiencia que de repente andaba creciendo y casi diría, corriendo, para mirarle a los ojos. Y entonces he decidido escribir sobre ella. Y de paso, no sé hacer otra cosa, escribir sobre mí.
Escribir en este lugar que tenía abandonado es hacerlo con otro tempo.
Aquí escribir es respirar, es mirar a los ojos a las cosas.

Al escribir, y parar, me he dado cuenta, o mejor, he confirmado que en este caminito necesito hacerlo más a menudo, sobretodo cuando sienta que afuera las cosas comienzan a correr demasiado rápido. Pues no corren ellas, corro yo.

Al escribir he abierto las ventanas, para que entre aire.

Quería compartir con vosotros este despertar, en el que Mirémonos está jugando un peso importante.

¿Sabéis qué es Mirémonos?

Mirémonos es de nuevo una excusa. Una excusa bonita, eso sí. «Mirémonos» es la excusa para seguir conectando con otras personas en este mundo.

Para decirle de paso al mundo algo que pienso, algo en lo que creo. Es sencillo, es directo.
Este mundo necesita más que nunca que volvamos a mirarnos.

Así que os invito este domingo a hacerlo con nosotros, en cualquiera de las ciudades en las que participaremos, a sentaros, a respirar, a conectar y a compartir.

Aquí podéis acceder a nuestra página «Mirémonos» para estar informados

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