Durante un tiempo creí que debía elegir entre dos mundos: la fotografía o la psicoterapia.
Fue durante mi primera aventura “fotográfica”, captando las imágenes para el libro “Lactancia”, cuando en relación con las mamás y los peques descubrí que lo que estaba haciendo no era solo fotografía.
Que lo que había aprendido como psicoterapeuta, la presencia, la escucha, el respeto al proceso o la confianza en las personas que tenía enfrente; esa forma de construir la relación era la que sostenía el trabajo, ayudaba a relacionarnos desde esa intimidad y favorecía que esa verdad que buscaba, pudiese expresarse ante mí.
Acababa de descubrir mi forma, donde lo psicológico y lo fotográfico se daban la mano. Ya no debía elegir. Simplemente, sumar.
El verbo que utilizaba para explicar mi enfoque como psicoterapeuta iba a ser el mismo que describiese mi enfoque como fotógrafo: acompañar.