Desnudarme es quitarme un nudo.
Desnudarme es sentarme en silencio ante una persona, y abrirme a la incertidumbre, dejar que ocurra lo que tenga que ocurrir.
Desnudarme es llorar ante un paciente.
Desnudarme es dejar a un lado la cámara, y poder decirle a alguien qué me ha enamorado para haber querido fotografiarle.
Desnudarme es compartir sombras e inseguridades, también cuando soy el profe.
Desnudarme es hablar de lo que no me gusta de mi.
Desnudarme es también reconocer que me gusto.
Soy aquel niño curioso que a la vez se escondía y a la vez quería asomarse. El que desde pequeño se buscaba en los espejos, dibujaba espirales e imaginaba su muerte y qué dirían las personas cuando ya no estuviese. El adolescente inseguro, el que a los veintiuno tonteaba con la ansiedad social, el que a los veintidós descubrió el teatro y quiso ser actor, el que a los veintitrés hizo el click de su vida en un viaje a Lisboa, leyendo “El Alquimista”. El que desde los veinticuatro se sintió transformado por el enfoque Gestalt, el que a los veintiséis comenzó a mostrarse y a compartir su mundo con los demás a través de un blog. El que a los veintisiete se enamoró en Argentina.
El luminoso y el de las crisis continuas. El sensible y el dramático, y también el que se volvió menos dramático y más responsable de su camino. El culo de mal asiento y el que anda intentando aprender, a parar. El que a veces se pierde y se dispersa, el que a veces tiene dificultades para elegir y el que viene eligiendo, prácticamente a diario, pues tiene claro que no quiere hacer otro camino que el propio. El expansivo y el solitario. El romántico y el amante de las sincronicidades. El que se pierde y el que se viene encontrando.
El fotógrafo y el psicólogo. El de “Mirémonos”, el de la “Escuela de Soñadores”, el de los bailes bajo la lluvia y sin que haga falta la lluvia, el oscuro y el que brilla, el que se desnuda y el que se sigue tapando.
El que un día aprendió que aquello a lo que le tenemos miedo puede convertirse en nuestra mayor pasión. Sí, el miedoso y el valiente, el que a los treinta y siete se lanzó a ser autónomo y a vivir de su sueño.
Todos ellos y a la vez ninguno. Soy todo lo escrito y lo que está por escribir, pues soy en movimiento, por el simple hecho de estar vivo.
Desnudarme es este texto, como presentación de la web.
Desnudarme es también bajarme los calzoncillos y al cabo de muchas fotografías, atreverme anoche a compartir esta imagen en la que explícitamente y sin sombras, me muestro entero (aunque no sea del todo así). Siempre ocultamos una parte.
Desnudarme es obviar las censuras de instagram y compartir este desnudo físico por primera vez en mi web. Tenía que hacerlo antes de los 40.
Desnudarme no es dejar de juzgarme por ello. Ahora, es hacer algo más que eso. Es ayudar a liberarme.
Desnudarme es liberarme. Y me ayuda a acompañar a otras personas, en el asunto.