Lunes, 16 de marzo, 09’00h
Como cada despertar desde que estamos en lo que estamos, ser consciente de que no es un sueño es de las primeras ideas que asaltan mi mente.
Me desplazo por inercia por la casa: baño, cocina, cafetera.
Algo que viene hoy también temprano es una sensación de cabreo, hastío hacia ciertas posturas críticas. Sí, anoche me acosté con ella y parece que quiero levantarme con ella también. Mientras se va haciendo el café, me pregunto qué hace que me toquen especialmente estas posturas. Sí, me cuesta conectar, me rechinan estos argumentos críticos hacia el ser humano en este momento. Y me doy cuenta de alguna que otra cosa. Mi mente construye argumentos y respuestas a esos mensajes y a la vez, me viene también rápidamente que si no es nutritivo para mi, es responsabilidad mía no engancharme, no seguir alimentándome de ello.
El café está hecho. Algo me dice que pare esa inercia que haría que me lo lleve hacia el cuarto y me lo tomase enfrente del ordenador, y que mire afuera, a la terraza. Parece que hace frío, pero allá que me voy con él.
Me asiento en el escalón y observo, comienzo a recorrer el silencio, la humedad, y todas esas ventanas de todas esas casas. Si hay algo que me enamoró de este lugar en Ruzafa, fue esta visión a lo «ventana indiscreta». Mientras las recorro imagino cada hogar, a todas esas personas, cada una, viviendo este no sueño a su manera. Y conecto de repente con algo que pudiera parecer moralmente incorrecto en estos días, sí, conecto con la curiosidad, con el disfrute de sentirme curioso. Llevo días sintiéndome de algún modo privilegiado por estar viviendo algo así, algo tan nuevo, tan impactante, tan mezcla de tantas pelis y a la vez tan real, algo que será, que ya es histórico y que siento, como sentía aquel 15M, que puede cambiarnos a todxs. Mi curiosidad por cada ser humano anda muy despierta. Mi curiosidad por su estar, por su sentir en este momento.
Esto me lleva a que ayer mismo, por la tarde, lancé la pregunta a muchxs de mis amigxs por whatssap, y también en redes, necesité abrir un espacio para compartir estas sensaciones. Tengo el impulso de llevarme el café que queda al ordenador pero algo me dice: para.
Si con algo me está costando conectar estos primeros días es con ese parar, para lo que parece especialmente diseñada esta situación, y con el que me lleno la boca, deseándolo, pero que no practico. Llega la riña, sí, la percibo rápidamente y como ando des-riñéndome, enseguida aparece otro pensamiento. No andaré parando, pero desde ya hace un tiempo, me siento tan en calma, tan en paz, tan en confianza con la vida… Sí, me siento cambiando mi forma de relacionarme con lo que me sucede, como si pudiese verlo con más distancia, y no perderme en ello. Me han sentado tan bien esos paseos solo estos dos últimos días. Esa ciudad más silenciosa. Ese situarme ante ella…
Y sí, reconozco que desde el encierro, mi culo de mal asiento anda revelándose, ando activo, activo en ideas, activo en redes, activo recibiendo y activo proponiendo.
Y sí, vuelve una riña que ya no se si es solo mía, o reflejo de algún que otro comentario que he escuchado, crítico con esa verborrea de propuestas.
Y a la vez, menudo bucle, vuelve una invitación en bandeja, a la no riña. Cada una y cada uno actúa desde quien es, cómo mejor sabe y puede.
A mi estos días me da por el optimismo, me da por pensar que tenemos ante nosotros una oportunidad, grande, enorme para reinventarnos, para volver a muchas cosas que habíamos perdido, para sumar, para compartir, para crear. Me da por emocionarme con los aplausos en las ventanas, me da por emocionarme con la idea improvisada a mi vecino de armar un concierto en la terraza, inspirándome en los vídeos de Italia. Me emociona lo que pasó esa tarde del sábado, ver a los vecinos en las ventanas, sus sonrisas, las conversaciones de después, el apoyo, el no estamos solxs. Sí, me da por emocionarme ante esta creatividad contagiosa al estilo palomitas haciendo pop en el micro, por la que nos ha dado a tantos.
Que sí, que quizá detrás de ella hayan dificultades para parar o para entender que éste es un gran momento para bajar el ritmo, para sumergirse en uno mismo y verse, para cambiar ciertas dinámicas…
Será que en lo de sumergirse en uno mismo llevo un tiempo (y lo que queda). Será que ya hace un tiempo me siento (fruto de esa escucha hacia adentro) responsable y comprometido con no solo hacer eso, sino con lanzar un mensaje al mundo, con compartir, sumar, crear, construir.
Estos días conecto con esa maravillosa frase de Galeano:
«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo»
Me doy cuenta de que quiero ordenar estos pensamientos. De nuevo el impulso me dirige al ordenador y de nuevo otro mantra que parece más alineado con la luz y el silencio en esta terraza, me dice: Espera. Sigue aquí. ¿Por qué no coges una libreta, y lo escribes? ¿Por qué no vuelves a escribir?
Este es tiempo de escribir. Y de nuevo conecto con el placer. Con ese placer de hacer de nuestro tiempo lo que queramos.
Y aquí ando, con el helicóptero que de vez en cuando rompe ese silencio y me recuerda que esto también parece una peli, a veces más de terror que otra cosa. Siempre hay un moscón recordándome estas cosas y siempre vuelve, cuando respiro, otra sensación que me dice: Esto será lo que quieras que sea.
Y aquí sigo, reflejando mi despertar de hoy, por fin recuperando aquella vieja afición por el diario. Siento una sonrisa por dentro, es precioso volver a escribir.
Y ahora sí, imagino que necesitaré despertar con este texto a ese blog también dormido. Y seguir compartiendo.