Observo esta imagen fugaz, captada mientras hacíamos un descanso del workshop #MiradasAlhambra, que he tenido la suerte de impartir estos días en Ruzafa, gracias a La Rambleta, y veo en ella, sintetizado, aquello que vengo compartiendo en los talleres en los que se actúa y se reflexiona sobre la mirada de las y los fotógrafxs, cuando ésta se dirige a las personas que nos rodean.
Observo en la imagen un ojo que se cierra, que se esconde, y siento en él ese click fotográfico. Las y los fotógrafxs, muchas veces, nos relacionamos con el mundo ocultándonos tras ese click. Es un tipo de click que me habla de acción, muchas veces de acción precipitada, no respirada, ese «hagamos» para que pase, rápido. Siento que muchas veces fotografiamos desde esa prisa, y nos ocultamos tras ella. Sí, cada vez fotografiamos más, cada vez miramos menos. Desde ese ocultamiento, que muchas veces está relacionado con tensiones, con miedos, con inseguridades, lo que ofrecemos a ese mundo que está siendo mirado, lo que esas personas ven en nosotros es justo esa tensión, ese «no mojarnos», ese puro y único objetivo fotográfico, y les negamos la oportunidad de observar, la otra parte.
Ese ojo abierto. Ese ser humano escondido tras la cámara. Ese ser que nos mira, no solo inseguro sino también curioso, abierto, ese ser que nos mira pues algo de nosotros acaba de sorprenderle, acaba de maravillarle, acaba de «obligarle» a hacer ese click.
En este ejercicio de mirar a los demás, y desde un enfoque gestáltico, más humanista, más igualitario, hace tiempo que me vengo dando cuenta (primero en mi y después en las fotógrafas y fotógrafos con los que me vengo encontrando), que es necesario, y si no necesario, sí muy interesante, y sí muy emocionante, equilibrar ese poder que pareciera ejercemos cuando disponemos de una cámara para observar tras ella, y dejar que el mundo nos observe también, pues siento que es en ese descubrimiento por ambas partes, donde radica, la magia.
Y es que cuando nos mostramos, cuando nos compartimos, cuando nos regalamos, el mundo hace lo mismo con nosotrxs.
Es entonces cuando hacer fotografías, es entonces cuando ese ojo cerrado se convierte en un maravilloso guiño.
Ah, para acabar, las cosas de la magia. En ese instante, no sabía que ese paseante al que capturé es Fabián, también fotógrafo y que estaría seguramente, sin cámara, haciéndome su foto.