Ayer acompañé a una boda, y por la tarde noche me dejé llevar con la cámara, también, por las calles de Valencia, a la vez que me unía a la manifestación, al estar de cada año en un día que seguiré reivindicando siempre.
Lo curioso, lo bonito, fue que pese a que ayer me «despedía» (nunca se sabe que pasará, pero en principio me despedía) del acompañamiento fotográfico en bodas, más que nunca sentí que tanto en la boda (tuve la suerte de que los novios conocían de primera mano la labor del fotógrafo) como en las calles, estaba haciendo lo mismo, que cada vez más estoy apostando por lo que quiero, y expresándome como quiero expresarme.
Labrar esos pequeños encuentros con cada persona, y, aún rodeados de tantos estímulos, conseguir que exista ese nuestro pequeño momento especial, entre dos.
Conseguirlo poco a poco, y sentirme cada vez más apasionado por lo que hago, tener la convicción de que ando cada vez más en el camino, en mi camino,
también es motivo de orgullo.