Decía Rousseau que
«si la razón hace al hombre, el sentimiento le conduce».
En el mundo en el que vivimos, ha habido un empeño porque sea la razón quien nos conduzca. El sentimiento estaba muy bien para un rato, en determinados ámbitos, pero no como brújula, nunca como norte.
No es ningún secreto, hace ya siglos que en una parte de este mundo se idealiza a la una y se demoniza al otro. Quizá hoy de manera más velada, pero seguimos en las mismas.
Fue hacia los veinticinco años cuando me di cuenta de que la educación que había recibido básicamente colocaba en el altar a una y hacía la vista gorda al otro.
Hace menos tiempo aprendí que el hemisferio izquierdo es el que analiza, abstrae, cuenta, mide el tiempo, planea procedimientos paso a paso, verbaliza, piensa en palabras y en números;
mientras, el hemisferio derecho tiene relación con las funciones de intuición, emoción, imaginación, creatividad artística, está involucrado en la creación de imágenes y también en lo que se conoce como inspiración.
Curioso, parece que la educación en la que andé metido (ojo, hasta los 25 años) dejó de un lado nada más y nada menos que al 50 por ciento de mi cerebro.
Así era fácil enterrar a mi instinto.
¿Lo importante en mi caso? Ser un buen chico, un buen estudiante, a ser posible, el mejor. Y no salirse mucho de la corriente.
Yo me identifiqué enseguida con el niño bueno, y entonces seguí a rajatabla cada paso que hubo que dar para cumplir con las expectativas a mi alrededor.
Y me convertí en ese niño bueno y en ese buen estudiante, a ser posible, el mejor. Otra cosa muy distinta fue que me sintiera bien por ello.
Afortunadamente uno crece, y afortunadamente también, las inercias están para romperse.
Por suerte insisto, suele haber en la vida oportunidades para darse cuenta de este «pequeño» matiz que separa el seguir un camino que viene dado y dictado y que muy poco tenía que ver conmigo, de seguir otro camino,
algo más incierto desde luego, en el que habría más de un tumbo que dar, hasta encontrar ese norte. El norte incluso podrá cambiar. Sólo que no dejará de ser mi norte.
En ello ando.
(Esta imagen corresponde al día en que acompañé a Antón Ruiz en la preparación de la aventura que le está llevando a dar la vuelta la península ibérica en kayak. Ahí queda eso. Antón es una de esas personas a las que por suerte te encuentras en el camino, y que saben muy mucho de seguir su norte)
la emoción me desborda al juntar palabras e imagen y…. a dos personas tan importantes en mi danza vital