Hasta ahora no había hablado de mi relación con este tipo de fotografía.
Imagino que en el fondo había una especie de vergüenza. Una especie de consciencia de que más allá del disfrute que me produce, hay ciertos límites que posiblemente estoy traspasando. Había una fantasía de que al hablar de ello se podía romper una especie de magia. Cuando uno muestra imágenes y no habla sobre ellas es distinto a cuando se habla de ellas. Imagino que había un cierto miedo (sí, miedo) a que la reflexión o a que lo que reciba pudiera hacerme abandonar este tipo de fotografía. Como ahora tengo claro que no voy a hacerlo, pues me apasiona y me comprometo con ella, imagino que puedo permitirme la reflexión.
Soy consciente de que camino por terrenos inestables donde cada uno puede tener una opinión, totalmente respetable, lo digo desde ya.
Mi relación con la llamada street photography, es como todo, ha ido evolucionando. Imagino que siempre me llamó la curiosidad aunque al principio no me atrevía. Simplemente, me ponía a temblar sólo con la idea, sólo con el intento. Recuerdo las primeras veces que salí con la idea de hacer este tipo de fotos. Recuerdo volver a casa sin haber podido hacer ninguna.
Ahora, con el tiempo, pues, un día me atrevía, otro día volvía a darme vergüenza, otro día me atrevía un poco más aún con la vergüenza, aún con la tensión… Tengo claro que no deja de ser un «deporte» de riesgo. Cualquier acción tiene un riesgo. Sigo sintiendo muchas veces esa vergüenza, esa tensión, y entiendo los riesgos de haberme comprometido con este tipo de fotografía en los tiempos que corren. Sin embargo ahora los asumo. Quién sabe, quizá me encuentre con un problema algún día. Será cuestión de asumirlo. Por ahora y «por suerte» no ha sido así.
Si alguien me preguntase: ¿cómo te sentiría a ti verte retratado con una imagen que no te gustase de ti? No sabría que responder. Es algo muy subjetivo. Una misma imagen podría molestarme hoy y no molestarme mañana. Aunque sí os digo una cosa. Lo que sí sé es que lo que más me importaría no sería la mayor o menor vergüenza que me diese descubrirme en la foto. Valoraría qué hay detrás de esas fotografías. Estoy convencido. Podría estar muy descontento con lo que la imagen mostraba de mí, pero tendría claro que eso es mío. Intentaría trascender a eso que es mío, a lo que proyecto en esa imagen e intentaría preguntarme lo que hay detrás de ella. Pues detrás de ella no hay nada más que alguien que mira y que quiere contar algo a través de lo que mira.
A veces nos olvidamos de que básicamente la fotografía no habla de lo que se fotografía, sino que es un vehículo para hablar de uno mismo. Cada fotografía esta hablando de mí. Me costó darme cuenta. Claro, cuando eres consciente de que no es que estás mostrando la realidad, sino que en el fondo te estás mostrando tú, entra un cierto rubor. Ahora lo tengo claro. Hay días en los que de repente veo soledad, que habla de mi soledad. Hay días en los que veo fuerza, veo ilusión, que hablan de mi fuerza, de mis ilusiones. Hay días en los que veo tensión, que hablan de mi propia tensión. Últimamente han habido muchas sombras, que hablan de mi sombra. Ahora no sólo lo tengo claro, sino que me gusta haberme dado cuenta de que la fotografía es simplemente un maravilloso vehículo de expresión.
Podría optar entonces por autorretratos, y no haría falta salir a la calle, y buscar en los demás para acabar hablando de mi mismo. Pero no.
La fotografía de calle tiene algo que me engancha. Reconozco en este ejercicio una cierta tensión. Una tensión que tiene que ver con lo inesperado, con que no sabes cuándo va a ocurrir, dónde. Una tensión que tiene que ver con el movimiento, con las posibilidades, con una constante elección en presente: ahora me meto por aquella calle, ahora me coloco aquí, en esta acera, y hoy me atrevo a no esconderme…
Y un último apunte. Sí, muy bonito todo. Hablas de ti, pero lo haces a través de otros, que no tienen la culpa de que tú quieras mostrarte y todo ese rollo. ¿Dónde está la ética?
Os hablaré de dónde está mi ética. Si fotografío a algo, es porque lo miro, y si lo comparto es porque lo admiro. Si fotografío a las personas es porque siento una especial curiosidad y un especial respeto por las personas (obviando ahora que además esté hablando de mí), por sus maneras de expresión, de comunicación y de relación. Y ese respeto es mi ética. Ese respeto es mi criterio a la hora de hacer y sobretodo a la hora de compartir una fotografía. Si lo hago es porque respeto (admiro) lo que hay en ella.
Por supuesto, esta es mi mirada sobre la fotografía de calle, sobre mi manera de ver la fotografía de calle, hoy. Y como no, seguirá evolucionando. Hace un momento una amiga me hablaba de que ella, en un momento se situó desde esta perspectiva, pero llegó otro momento en el que necesitó comprometerse, también, con la persona a la que miraba. Y la manera de comprometerse era hacerle partícipe.
Quién sabe. Quizá me gustaría llegar a un momento en el que pueda tener ese tipo de relación también con las personas a quienes fotografío. Poder elegir también, el compartirlo con ellas. Quizá hay ciertos bloqueos ahí. Quizá no, quizá soy un enamorado de fotografiar de esta manera, sin ser visto, sin que quien es fotografiado sea consciente de que se le está mirando (del todo consciente, sé que muchas más personas de las que creo, se dan cuenta de que les fotografío)
Lo que sí sé es que esta es mi manera de verlo ahora. La asumo y quiero comprometerme con ella. Por supuesto, estoy abierto a opiniones, a preguntas, a críticas. Todas hablan de mis propias dudas, de mis propias críticas. Así que bienvenido sea hacerse preguntas.
Como la vida misma: «ahora me meto por aquella calle, ahora me coloco aquí, en esta acera, y hoy me atrevo a no esconderme…»
very good