Hoy ha sido uno de esos días «click» en mi vida.
Así lo he sentido, y así lo he vivido junto a David Cebrián, a quien pedí que me acompañase en este momento y con quien hoy he comenzado un proceso.
Lo que hoy he des-cubierto me ayuda a entender y a comprender mejor la crisis en la que he andado y ando. Afortunadamente el cuerpo nos habla, y este proceso de enfermedad «más larga de lo normal», y esta crisis también existencial «más larga de lo normal», claramente (ahora lo vengo viendo claro) venía para adentrarnos en no cualquier capítulo de la historia.
Hoy siento que me he asomado, justo cuando podía asomarme, cuando estaba preparado para ello, al conflicto central en el que anda mi ser en esta vida (suena grandilocuente, pero así lo siento ahora mismo).
Es obvio que cada etapa tiene sus aprendizajes. Tuve un cambio enorme allá por los 21, 22, 23 años… y parece que ahora viene el siguiente.
Los cambios gordos asustan, claro. De repente uno se sitúa ante el riesgo que implica sentir que nuestro anterior yo, nuestra anterior identidad, o esa forma, ya no nos genera el mismo aprendizaje, digamos, puede ser que haya cumplido su cometido.
Y es momento de un paso más. De asumir el reto de seguir creciendo, aunque esto signifique renuncias. Es momento de reencontrar el sentido, de reencontrarme.
En ese paso más, toca esta re-lectura, este dejarme apoyar, este volver a mirar hacia afuera también. En los momentos click, además, aparecen de nuevo las sincronicidades, las personas importantes reaparecen, y la vida, casi en cada esquina, nos habla si queremos escucharla.
Esa sensación de despertar, de estar en conexión con todo, la he tenido pocas veces en mi vida, y siempre que ocurre es que estoy ante un gran cambio. Hoy me ha vuelto a pasar.
Esa es la mejor señal.
He llegado a casa y he querido dejar constancia, escrita y visual, para no olvidar este 1 de marzo.
