Como sabéis, soy de esos que aún cree en la magia.
La cotidiana. Esa que está enfrente, en cada esquina.
Esa que es aparentemente sencilla.
Girando a nuestro alrededor, delante de nuestros ojos.
Tan, tan cerca, que a veces ni nos damos cuenta.
Hace un momento me he percatado de que ahí estaba; entre esas fotos de ayer tarde había escrito un pequeño cuento.
O mejor dicho, un cuento que podía escribirse. Una invitación.
Podía escribirse o mejor, tan sólo mostrarse.
Y así cada cuál lo escribe a su gusto.
Eso sí. Estas son las piezas.
Dos personajes y cuatro actos.
Y todos, son fundamentales.