Ayer cogía el tren a Almansa sintiendo algo que hacía tiempo no experimentaba de tal forma: esa adrenalina mezcla de un viaje hacia lo desconocido y a la vez hacia lo que verdaderamente vengo buscando.
Sabemos ambos que de ese encuentro una parte y de algún modo va a compartirse con el exterior, es nuestro pacto.
Ahora, lo maravilloso de un proyecto así no es el proyecto en sí ni lo que se pueda extraer en imágenes y en textos, sino lo que se vive.
Anoche queda entre nosotros dos.
Vuelvo a casa tras ese viaje, y sonrío. Estas trece horas y media he vuelto a confirmar que abrirse y compartir no solo es sano, sino que es verdaderamente bello.
«A los que sueñan» no ha hecho más que comenzar.