lo vulnerable

Solemos pensar (y es que así nos lo han enseñado) que mostrar nuestro lado vulnerable es peligroso. Ya hace tiempo que se nos anima cada vez más sutilmente a no mostrarlo.

Lo más recomendable es tapar nuestras debilidades. Si no las mostramos, mejor. Estaremos más protegidos. Ja.

 

Recuerdo cuando me esforzaba por no mostrar mis inseguridades a los demás, recuerdo lo que conllevaba tamaño esfuerzo (en vano)…

Recuerdo lo desagradable que fue escuchar (y creerme) cuando estudiaba psicologia que un psicólogo no debía mostrar ese lado vulnerable ante un paciente.

Afortunadamente me encontré después con otras formas de entender la relación psicoterapéutica y con psicoterapeutas maravillosos que podían emocionarse, y obviamente no taparlo (y trabajar desde ahí) delante de un paciente. Suerte la mía.

 

La vulnerabilidad en mi diccionario tiene que ver con el arte de la presencia, con respirar. Lo que ocurre es que si respiramos y estamos presentes vamos a sentir cosas, y podemos des-cubrirnos, podemos emocionarnos, ojo.

Por lo visto, en algún momento de la evolución y en algunas latitudes más que en otras, se ha asociado la emoción y sobretodo su expresión, con una muestra de debilidad y señal de alarma. Peligro. Y hemos comenzado a esforzarnos, sí, es un esfuerzo, por aparentar que las cosas no nos tocan, no nos mueven. Y si nos mueven, si lloramos que sea un poco, rapidito y vuelta al estado normal, no sea que alguien se asuste.

La vulnerabilidad en mi diccionario no es sinónima a debilidad. Antes sí lo veía así. Y entonces me encontraba con la tan admirada fortaleza, y la tan denostada debilidad, oponentes en el ring. Y si había que elegir, pues había que quedarse con ser fuerte, antes que con ser vulnerable.

La suerte ha sido descubrir que, de hecho, entre la vulnerabilidad y la fuerza había una curiosa y estrecha línea que las separaba. Casi imperceptible.

Tan leve que de un tiempo a esta parte casi las veo una misma cosa.

 

Particularmente me ha cambiado la vida, asomarme a mi vulnerabilidad, y comenzar a mostrarla, y compartirla. Me da curiosidad, me seducen los otros cuando la muestran. Me parece que pasan a tener «más luz».

Quizá por ese motivo tengo una especial predilección por niños y por las personas cuando se hacen mayores. Se les da mejor.

Y desde el lado profesional, lo dicho, un día me enamoré al ver a profesionales trabajando desde esa mal entendida vulnerabilidad que ahora en mi diccionario es fuerza.

Y en el ejercicio, me gusta trabajar con ella, a diario, en la experiencia no me ha ido mal haciéndolo.

 

Ah, volviendo al principio.

¿Mostrarse tiene sus riesgos? Claro que los tiene. Puede movilizar muchas cosas. Tiene tantos riesgos como los tiene estar vivo. Así es, vivir tiene sus riesgos. Y de un tiempo a esta parte, se han empeñado en hacernos creer que es mejor vivir en una inventada “seguridad” .

Muertos, parados, pero «seguros».

 

Os invito a probar «esto» de la vulnerabilidad. Elegid con quién. Elegid vuestro ritmo, vuestro tempo.

Pasito a paso, cada uno el suyo, el propio.

 

Veréis. Mostrar nuestro lado vulnerable es menos peligroso y más enriquecedor de lo que nos han contado.

Y de repente, estaremos un poquito más vivos. Y más conectados con los demás.

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