«La sombra personal se desarrolla en todos nosotros de manera natural durante la infancia. Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad – como la buena educación y la generosidad, por ejemplo, cualidades que, por otra parte, son reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea – vamos desterrando también a la sombra aquellas otras cualidades que no se adecuan a nuestra imagen ideal – como la grosería y el egoísmo, por ejemplo-. De esta manera, el ego y la sombra se van edificando simultáneamente, alimentándose, por así decirlo, de la misma experiencia vital».
…»Cada cultura -e incluso cada familia- demarca de manera diferente lo que corresponde al ego y lo que corresponde a la sombra. Algunas, por ejemplo, permiten la expresión de la ira y la agresividad mientras que la mayoría, por el contrario, no lo hacen así; unas reconocen la sexualidad, la vulnerabilidad y las emociones intensas y otras no; unas, en fin, consienten la ambición por el dinero, la expresión artística y o el desarrollo intelectual mientras que otras, en cambio, apenas si las toleran».
«En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la sombra alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana…»
…»Nosotros no podemos percibir directamente el dominio oculto de la sombra ya que ésta, por su misma naturaleza, resulta difícil de aprehender. La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si esta constituyera una amenaza para su vida».
…»Así pues, sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando por ejemplo, nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo -como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la espiritualidad, pongamos por caso- es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra. De este modo, pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos»
Los anteriores párrafos están extraídos del capítulo «Introducción: el lado oscuro de la vida cotidiana», de Connie Zweig y Jeremiah Abrams, del libro «Encuentro con la sombra».
Hace ya un tiempo que iba rondando al tema de la sombra. Curiosidad por asomarme a la propia, e interés en trasladarlo al enfoque fotográfico y/o terapéuticos.
Desde el lado fotográfico, últimamente siento que en mis fotografías asoma parte de ella. Entiendo que porque en cierta medida cuando salgo a fotografiar, suelo estar en contacto más con la intuición, y controlo menos desde la consciencia. Otro tema diferente es darme cuenta de qué elementos dejo fuera del foco más o menos inconscientemente en mis fotografías, qué es lo que no me gusta ver en ellas, qué es lo que elimino, qué es lo que modifico, qué es lo que oculto, qué es lo que «tiro a la papelera». Qué elijo mostrar de mi trabajo…
Llevado al enfoque gestalt, hablamos del trabajo con las polaridades o posibilidades de ser de cada persona. Es habitual tener una imagen propia con determinadas características y otras quedan en nuestra sombra. En la medida que uno se identifica con una característica la contraria nos aparece como ajena. Recuerdo uno de los trabajos más potentes que realicé en la formación de terapia gestalt, con una de esas características que menos reconocía en mí…
Con el tiempo he ido explorando una parte de esa sombra. Sigue (seguro) habiendo mucho escondido, aunque afortunadamente, la curiosidad de asomarme no falta.
El eneatipo 4 o Persona Altamente Sensible tienen la capacidad de ver la luz y sombras de personas y cosas