Las interrupciones del contacto son mecanismos que todos utilizamos en mayor o menor medida, en un principio para evitar una decepción, la frustración de que una necesidad que tenemos no sea satisfecha.
No son negativas per se, de hecho, en muchas ocasiones son positivas, o adaptativas. Lo que ocurre es que lo que en un principio elegimos conscientemente, valorando que nos ayudaran a evitar esa frustración, acaban convirtiéndose en mecanismos «comodines», en «pilotos automáticos» con los que nos movemos ante las situaciones sin ni siquiera ser conscientes de que los activamos nosotros.
Por ello, uno de los trabajos desde el enfoque de terapia gestalt es poner el foco sobre dichos mecanismos, observarlos, para poder así aumentar la consciencia sobre ellos, sobre cómo los utilizamos, y hacerlo desde la apoyo (desde la bondad, vamos, no culpabilizándonos). Si los utilizamos es porque en dicho momento y en cierta medida lo hemos «elegido así», o no estábamos preparados para hacerlo de otra manera, o no hemos sabido hacerlo de esa otra manera.
A partir de este asomarnos a ellos, de conocer mejor nuestros particulares modos de interrupción, tendremos más capacidad de elegir en cada situación, si queremos seguir utilizándolos o si no nos interesa. Y dejar de poner el automático.
Pongamos un ejemplo de necesidad, y a partir de ahí, posibles interrupciones del contacto:
«Imaginaos» (con el entrecomillado os lo digo todo), que necesito un abrazo. ¿De qué maneras podría «boicotearme» en la satisfacción de esta necesidad?
- No darme ni cuenta de que lo necesito, sería una desensibilización.
- Darme cuenta de que lo necesito y no pedirlo puesto que pienso que debo valerme por mí mismo, pues es lo que me han inculcado, y está mal pedir ayuda, serían ejemplos de introyección.
- Darme cuenta de que lo necesito, y sí pensar que me lo merezco, pero no tener la suficiente energía cómo para buscarlo en el entorno, no sea que no encuentre quién me lo de, y pasarme la tarde acariciándome los hombros, sería una retroflexión.
- Salir a la calle con la cámara y de repente fotografiar abrazos, o hablar de la necesidad del mundo de ellos, o elegir «casualmente» una foto como esta y colgarla, serían ejemplos de proyección.
- Levantarme, salir al comedor, encontrarme con mi pareja y abalanzarme sobre él y darle un abrazo, sin plantearle que el que lo necesita soy yo, y no pedirle que me lo de, sería una proflexión.
- Intelectualizar sobre ello, y que todo se quede en un post como este, sería desviar la atención soberanamente, un tipo de deflexión.
- Salir a buscarlo, pedirlo, y en el momento de recibirlo, no dejarme estar, no dejarme disfrutarlo, no dejarme «fundir» en él, y ponerme a pensar, por ejemplo, si me lo está dando porque quiere o porque lo he pedido, sería una forma de egotismo.
Salir a buscarlo, encontrar a la persona que quiero que lo haga, mirarle a los ojos, y decirle: «¿podrías darme un abrazo? Lo necesito».
Esta sería la forma directa de satisfacer la necesidad. Otra cuestión, como muy bien apuntaba mi amigo David Cebrián, es que dicha persona me lo de. Pero esto daría para otro post…
Ojo, no siempre es lo más conveniente, aunque parezca mentira, satisfacer la necesidad. Lo interesante de todo esto es ser más o menos conscientes de cuál es el grado de necesidad, cuál el de la posible frustración.
Conocernos y conocer qué mecanismos utilizamos con mayor maestría (los utilizamos todos, pero solemos ser expertos en uno o dos), puesto que posiblemente sea justo de ellos, de los que somos menos conscientes.
Elegir satisfacer una necesidad, elegir no hacerlo. En todo caso, ser consciente de la elección. En esto trabajamos desde la gestalt, en ser más conscientes, más responsables, más libres.
Y ahora, me voy a por el abrazo.
Creo que la proyección iría antes que la retroflexión y sobre la existencia de la proflexión tengo mis dudas… 😉
La verdad es que yo siempre he colocado también la retroflexión después de la proyección, pero aquí en Valencia lo vi de otra manera, y no he querido darle mucha importancia al orden… 😉
¿La proflexión? También una nueva conocida, sí que le veo algún matiz que la puede diferenciar aunque se me asimila bastante a la deflexión.
Curioso este tema, porque a nivel europeo ni se conciben la proflexión ni la deflexión… Supongo que cuestión de matices… Mañana investigaré sobre lo que me pasaste por facebook de la proflexión 🙂
Sobre el orden, me quedo personalmente con el modelo de New York antes que el del ciclo de la experiencia. Cuestión de tener en cuenta el campo, más que el individuo ;-).
Sí, yo he casado siempre más con el que tiene en cuenta al campo, aunque en esta ocasión, la idea era hablar de las interrupciones de contacto de las que se habla en gestalt, sin entrar en el debate de las escuelas 😉