Nunca voy a olvidar la tarde en la que me junté con un desconocido en su escuela de fotografía y me planteó que confiaba en mí para formar parte de su proyecto.
No lo olvidaré entre otros motivos por la sinceridad con la que me habló, por la confianza que deposito en mí y por esta forma, palabras manuscritas en una hoja de papel, tan bonita, de contarme lo que le inspiraba, y a la vez, lo que quería para el curso que me proponía realizar.
Esta hoja contiene pues la esencia del curso.
Hoy iniciamos un viaje.
Un viaje al yo, a la esencia y a la sinceridad de quienes somos como observadores.
Un viaje en dos direcciones: el viaje hacia adentro y el viaje hacia afuera.
Y es que será afuera, en las calles, en nuestra cotidianeidad, observando nuestras luces y nuestras sombras, viendo al otro y dejándonos ver, como obtendremos las pistas que nos lleven a descubrir cómo miramos, a qué queremos mirar y para qué queremos hacerlo.
Un viaje con un objetivo: que al llegar a destino, nuestra mirada sea más consciente, más comprometida con nosotros mismos.
Atrevernos a mirar, y también atrevernos a expresar, atrevernos a confiar. A saltar, y a compartir. Atreverse a mirar es apasionante, y más si se hace acompañado.
Esa es nuestra apuesta.