Paz y riesgo. No dejan de repetirse en mí estos dos conceptos desde que los leí unidos gracias a un texto de Alba Veryser.
«Tu niña interior es amor en estado puro, es a la vez riesgo y es a la vez paz cuando siente ese riesgo. Porque en el riesgo sólo ve oportunidad para crecer y para aprender»
Esta semana decidí del todo confiar en mi nuevo camino y despedirme (internamente, así lo sentí) del anterior (a nivel laboral).
En esto, hace un par de días y en un mismo día se confirmó que no salían dos cursos que tenía previstos para mayo.
No parto de un colchón económico que me genere una estabilidad ni una seguridad. Tampoco en mayo tenía muchas más cosas previstas.
Ahora, ese día, mientras recibía esos NO sentí que algo había cambiado en mi interior. Recibía esos NO con una «extraña» aceptación, tranquilo, sabiendo que habrían cosas que no saldrían y otras que sí.
Que esto es así, que lo que no salga es que no tiene que salir, y no tengo que aferrarme.
Me sorprendía a mi mismo recibiéndolos así, y a la vez estaba convencido de que este «confiar» no era más que el fruto de todo el camino de atrevimientos en el que ando sumergiéndome.
Con esta sensación de confianza pese a los dos NO en un día, ayer se abría la inscripción para un nuevo curso en Castellón, más largo y más caro que el que acababa de anularse, y en menos de 24 horas había 5 personas inscritas (el mínimo para que salga), sin darme tiempo ni siquiera a publicitarlo.
Os cuento todo esto porque me siento a flor de piel.
Siento que estoy comenzando a recibir, pues me he abierto del todo y desde el corazón, a dedicarme a lo que yo he venido a hacer a este mundo.
Cuando nos entregamos a ese niño-maestro interior.
Cuando confiamos, el universo nos lo devuelve.