3 microtalleres con 30 personas en 17 días son, dan para mucho.
Ahora toca digerir (como decía ayer Saúl), hacer un pause, respirar lo que ha pasado, para seguir proponiendo.
En los últimos cinco microtalleres ha habido un antes y un después. Curiosamente, desde que he comenzado a ponerles un precio, y a prepararlos más, a implicarme más, ahora me asomo más yo, y con ello, se asoman mis ganas de trabajar con lo íntimo y lo emocional, y poder hacerlo en la calle, mi forma de ver las cosas (no puedo y no quiero evitar comprometerme con cada persona que está, e introducir muchos aspectos gestálticos, psicológicos), mis ganas de salir del espacio cómodo se han puesto sobre la mesa, y también con ello mi vulnerabilidad, se asoma la emoción, con lo que ello conlleva, proponiendo que cada uno se asome también, se descubra, comparta. Se mueva de su espacio cómodo. Y claro, eso toca. Cada movimiento de cada miembro del grupo puede tocar, resonar en el otro.
No estamos acostumbrados a muchas de las cosas que trabajamos en los micro-talleres. Por eso a veces cuesta. Y a la vez engancha. Pues resulta que compartir un espacio emocional es sano. Felizmente sano.
Y sí, toca digerir, pensar, limpiar, pero esta va a ser mi idea. Quizá dentro de un tiempo tendré que llamarles Micro-talleres de MIRADA en la calle, o a saber cómo, porque la fotografía es el medio, es la excusa, la maravillosa excusa que quiero ponerme para reaprender a mirar, observar. Adentro y afuera.
Y no quedarme ahí. Que la observación también sea una excusa, preciosa, para encontrarnos con personas, con esas personas con las que nos cruzamos, cada día, y sobre las que tenemos tantos prejuicios que derrumbar.
Si luego queda un bonito retrato como resultado, será maravilloso. Y si no, también. Tendremos historias que contar. Algún que otro no, como no. Y muchos sí inesperados. Muchas personas a las que no sólo no les importará, sino que agradecerán, les alegrará la tarde, o incluso se plantearán formar parte de futuros microtalleres.
Los microtalleres vienen siendo una excusa, también, cada vez menos disimulada. para encontrarnos con personas afines. Desconocidos a los que observábamos con distancia al principio del taller, y distinto al final. Por todo lo que había pasado enmedio. Y es que resulta que no eran nada distintos a nosotros.
Gracias a cada una de las 55 personas que me venís acompañando desde hace casi un año, en esta aventura que no ha hecho más que comenzar.
Me siento feliz. El sueño que tuve un día acerca de aquello a lo que me gustaría dedicarme, se acerca mucho a lo que venimos compartiendo.
Nos vemos en un mes, en el río, para celebrarlo.