Mira que me gustan los fincipios.
Ayer era mi último día de trabajo en la Universidad, hasta nuevo aviso, o quién sabe, quizá no pise la Universidad de nuevo.
No era la primera vez que finalizaba un contrato sin saber que ocurrirá el año siguiente.
Por cierto y ahora que no nos oye nadie, en el fondo me encanta no saberlo.
Ayer era distinto.
Hará ya tres años que tomé la determinación de no hacer «puntos» para continuar en una inercia que no iba conmigo.
Primero dije que no a un contrato en un servicio en el que aprendí mucho, en el que me sentí muy agusto, el Servicio de Comunicación.
Ahora, llegó un punto en el que sentí que ya no había más recorrido, o mejor dicho, que yo no quería hacer un mayor recorrido.
Ya no me sentía igual de implicado.
Ello significó decir por primera vez que no a un contrato de esos de cinco meses, y un buen sueldo. Y una estabilidad.
Y ceder mi posición en aquella bolsa, de la que luego me llamaban para otros cinco meses en otro servicio.
Decir que no a diez meses de estabilidad, pues lo que yo quería era otra cosa.
Comenzar un nuevo camino, y para ello necesitaba poner más energía en él.
Desde entonces, siento que cada uno de esos tres años, ha servido para poner esa energía, pero hacerlo paso a paso.
Primero me atreví como terapeuta.
Segundo lo hice como fotógrafo.
Y tercero me atreví a integrarlo.
No ha sido rápido, ni fácil, ni directo, como pareciera al leer el párrafo anterior,
llegar hasta hoy. Han hecho falta muchos pasitos, y algún salto.
Así que ayer fue distinto. Me despedí con unas indisimuladas ganas.
Por la mañana cogí unas cuantas tarjetas de esas que aún no había repartido.
Y me fui con ellas a la Universidad. Y entré con ellas a los despachos de algunas compañeras.
Y les hablé de esas tres líneas, de la terapéutica, la fotográfica, y la que combina a ambas.
Y sentí que lo hacía sin dudas, respirando lo que decía.
Quién me lo iba a decir hace un tiempo.
Ayer parecía sencillo.
Será que ahora por fin sé lo que quiero, que ahora por fin lo he probado, que ahora por fin sé que me gusta.
Y la no menos importante, que ahora por fin sé que valgo.
Será por ello que ahora por fin puedo hablar de ello y no temblar del todo al hacerlo.
Aunque tiemble ahora al escribirlo.
Ayer, causalidad o no, se presentó una amiga en mi trabajo.
Una amiga que comenzaba una nueva vida, y para ello se iba.
Y por ello vino a despedirse.
Y yo por dentro, y me da que por fuera, no podía evitar alegrarme.
Hay algo en los finales que me encanta, y es que son principios.
Y los principios tienen para mí mucha fuerza.
De esa de pelos de punta.
Hoy es día uno.
¡Mucha Suerte en tu nueva etapa! Saluditos risueños. Ana Belén.